El país de las últimas cosas es un libro que trata, sobre todo, de la miseria, de los extremos a los que puede un hombre llegar cuando lo único que le espera es sobrevivir o pudrirse, las locuras a las que se puede uno entregar para evitar perder el juicio, la sublimación de los detalles más nimios. Una novela que puede llegar a hacer sentir al lector mirar sus zapatos con un nuevo respeto.
No podía, sin embargo, limitarse el autor a escribir un libro sobre la pobreza: tenía que crear un mundo, una ilusión, un complejo misterio que, como suele ser habitual en sus novelas, se deja sin resolver. ¿Dónde está ese país de las últimas cosas? ¿Es real, está en este mundo?. Destacar también que el autor no le ha puesto nombre a ese mundo, ni una latitud. Se trata de advertir del peligro que corremos de crear ese lugar o, quizás, de vivir ya en él.
..."uno de los mejores intentos de describir el infierno". La narradora, Anna Blume, que ha acudido al país de las últimas cosas en busca de su desaparecido hermano, describe en una larga carta ese lugar en el que la muerte ha reemplazado a los avatares y negocios de la vida, en el que florecen clínicas de eutanasia y clubs para el asesinato. Y en este panorama, Anna deberá intentar sobrevivir.
Quería leer algo de este autor (Premio Príncipe de Asturias en 2006). El libro está bien, a pesar de toda la dureza que rodea al personaje, aún hay huecos para las buenas personas, los buenos sentimientos y los buenos principios.
Recomendable.